El Mansolea: La jerga gremial de los zapateros de Pimiango
En el siglo XVIII más de la mitad de los vecinos censados en Pimiango eran zapateros. Así nació el gremio de zapateros de Pimiango que, además, era itinerante. Y de aquella itinerancia nació una jerga llamada El Mansolea.
Zenón de Somodevilla, Marqués de la Ensenada, fue Secretario de Hacienda entre los años 1743 y 1754, y durante el reinado de Fernando VI propuso al monarca la elaboración de un censo a gran escala; para la historia quedó inmortalizado bajo el nombre de «Catastro de Ensenada».
Los zapateros de Pimiango ejercieron su labor por Asturias, Cantabria, País Vasco y Norte de Castilla.
En el año 1753 quedó registrado en aquel censo que Pimiango contaba con cincuenta y un vecinos, de los cuáles más de la mitad, en total treinta y dos, eran zapateros. El resto eran labradores. Aquello era un auténtico gremio en una pequeña población pero, además, eran itinerantes… ejercieron su labor por Asturias, Santander, Vizcaya, Burgos, Palencia, y el norte de León.
En tiempos remotos Pimiango fue una población de pescadores, pero algunas crónicas hablan de una tragedia en el mar, una gran galerna, donde los pocos supervivientes de la zona decidieron cambiar de profesión, terminando por nacer el gremio de zapateros. Según el «Censo de Ensenada», ya no había ni un solo marinero censado en Pimiango a mediados del siglo XVIII. Se afirma en diversa documentación que una notable familia de Noreña se instaló en Pimiango en el siglo XVI, y así el conocimiento de la villa zapateril de Noreña llegó a Ribadedeva para forjar el gremio de zapateros de Pimiango.
El gremio de zapateros de Pimiango se basó, principalmente, en el «corri ambulante».
Algunos de aquellos zapateros pasaban largas temporadas lejos de su tierra de origen, otros solían pasar los inviernos en Pimiango y el resto con el «corri ambulante» que se define en algunas crónicas de principios del siglo XIX. Como otros gremios itinerantes, para entenderse únicamente entre los miembros del gremio, los zapateros crearon una jerga que fue bautizada con el nombre de «El Mansolea».
Los zapateros de Pimiango se dividían en dos tipos: los errantes y los sedentarios. Los errantes se desplazaban contínuamente de un sitio a otro, y era habitual verlos trabajar en mercados y ferias de ciudades importantes. Los sedentarios, año tras año, se asentaban en la misma comarca donde habían construido una sólida clientela.
…eran las mujeres las que más utilizaban la jerga en el día a día.
La jerga «El Mansolea», también conocida como «Sirigoncia» o «Mascuencie Mansolea», carece de manifestación escrita alguna, aunque fue utilizada, también, en la comunicación con los familiares emigrados. Principalmente eran las mujeres las que más utilizaban la jerga en el día a día.
El gremio de los zapateros comenzó a decaer en el primer cuarto del siglo XX y, con ello, también el uso local de la jerga «El Mansolea». En el año 2008 Eugenio Campandegui, párroco de Ribadesella nacido en Pimiango, publicó un libro titulado «El Mansolea: una jerga gremial de los zapateros ambulantes de Pimiango», basado, en parte, en la tesina del catedrático de la Universidad de Oviedo Francisco García González, publicada en septiembre de 1975 en el número XXV de la Revista de Filología de la Facultad de Filosofía y Letras llamada «Archivum», publicación dedicada al estudio de la jerga de los zapateros de Pimiango. La obra de Campandegui del año 2008 incluyó un diccionario con algo más de trescientos términos.
El último zapatero de Pimiango se jubiló en el año 2008.
En Pimiango ya no quedan zapateros, el último se jubiló en el mismo año de publicación del libro de Campandegui; en el año 2008. No obstante, la existencia del gremio de zapateros así como de la jerga «El Mansolea» merece ser recuperada y nunca olvidada con el paso de los años.